¿Habéis visto Watchmen? ¿Recordáis al Doctor Manhattan? Cómo, sentado en estado de levitación y concentración, sobre la superficie del planeta Marte, crea a voluntad imágenes, ciudades cristalinas, e incluso vida. Tan sencillo como sentarse un momento, en silencio, y atreverse a imaginar, ser lo bastante osado en el lienzo en blanco de tu mundo interior, de tu propio planeta.
¿Cuánto hace que no inventáis un personaje, una situación inesperada, un mundo en el que se pudiera dar? ¿Cuánto hace que no escribís una historia, un poema, una canción, un microcuento, o que incluso improvisáis un relato para entretener a un niño, a un amigo…
Podemos llegar a sentirnos muy desvinculados del acto creativo y del arte en nuestros días, sobre todo porque en la escuela a muchos no se nos permitió tomar nuestras propias decisiones, o interpretamos que los lenguajes artísticos no se nos daban bien, que eran sólo para gente talentosa, pero comprender que vivimos en un mundo creado a partir de nuestras propias creencias, inculcadas o deducidas, es un buen punto de partida para recuperar esas partes de nosotros que creíamos perdidas o que nunca nos pertenecieron.
Somos seres sociales, creativos y humanos. Empecemos por esta idea.
Sociales, porque vivimos en sociedad, más o menos insertados, pero es uno de nuestros puntos fuertes: la creación colectiva. Todavía estamos desarrollando el potencial de esta faceta, pero podemos ver aspectos de ella bien encaminados cuando observamos la cantidad de asociaciones y ongs que proliferan, específicas, para parchear sistemas gubernamentales que no dan abasto con las necesidades básicas de los colectivos, por ejemplo.
Creativos, porque una herramienta indispensable en nuestras vidas es la creatividad. Cuando recordamos, reconstruimos (es decir, creamos) un nuevo relato a partir de las imágenes, conceptos y emociones asociadas a las que nuestros cerebros nos permiten acceder, a través de la intención, en nuestros bancos de memoria interna. Cuando decidimos, cuando pensamos, estamos siendo creativos, o no desarrollaríamos varias opciones entre las cuales decidir. No podríamos encontrar soluciones a nuestros problemas ni decidirnos sobre qué ropa ponernos si no imaginamos como va a ser nuestro día a día y lo conjugamos con las miles de variables que tenemos que atender, de forma más o menos consciente.
Humanos, porque tenemos una carta de derechos que aseguran por escrito una serie de preceptos que definen nuestra variante genética con pulgar oponible. Porque desarrollamos todo un ideario, un mundo simbólico gargantuesco que flota en nuestro inconsciente colectivo y que guarda la compasión, la comprensión, la paz, la humildad y el amor en todas sus facetas para cuando podamos integrarlo en nuestro ser, vivirlo en nuestras carnes y expresarlo con nuestro cuerpo y nuestros lenguajes inventados.
¿Cuándo fue la última vez que expresaste tus sentimientos?
¿Para qué sirve el arte?
¿Haces fotografías?
¿Eres capaz de pasar un solo día sin soñar ni recordar?
Siéntate cómodamente.
Enciende la grabadora.
Cierra los ojos y empieza a imaginar.
Describe lo que ves y a quién ves, qué sucede, qué hace, por qué…
y disfruta, porque el viaje creativo no ha hecho más que comenzar.
Creo que para todo lo que indicas es necesario atrevernos a abandonar la necesidad autoimpuesta (o impuesta por el sistema) de hacer productivo cada momento, de optimizar la experiencia, de estar siempre haciendo algo. Entonces, cuando se hace el silencio, la creación llega casi sin esfuerzo a través de nosotros.
Bellísimo, María. Un abrazo :)