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Proyecto pionero

Este está siendo un final de año muy intenso. Parece que la rueda de la vida ha encajado por fin unos cuantos engranajes y que gran parte de los proyectos que sembré hace años empiezan a germinar.

Uno de ellos tiene que ver con mi doble titulación, combina ambas facetas de mi currículum de una forma que encuentro potencialmente interesante. Se trata de una oferta que no pude rechazar: realizar una actividad extraescolar de Artes Creativas de forma anual, combinable con la disciplina arteterapéutica.

El proyecto se sitúa en un centro escolar privado cuya metodología pedagógica es PBIS, y dicha extraescolar no se había planteando nunca, con lo que podemos estar hablando de una iniciativa innovadora. Una ocasión idónea para poner en funcionamento mis métodos, desarrollar el estilo propio, y aprender de la experiencia para construirse a una misma como persona y como profesional. Así pues, llevo tres meses como monitora de clases extraescolares, realizando una hibridación del sistema docente PBIS y la mediación artística ( adaptación de las herramientas arteterapéuticas al ámbito socio-escolar) con el objetivo de trabajar el potencial creativo de los alumnos y con ello proporcionar un espacio para fomentar la activación de los recursos personales y resilientes.

Es pronto para sacar conclusiones, ya que estoy empezado a recoger y clasificar los primeros resultados, pero sí que está resultado ser una experiencia muy enriquecedora a todos los niveles, siendo bien acogida por el equipo docente y los alumnos.

Todo esto me lleva a plantearme una serie de reflexiones que me gustaría empezar a exponer sobre un sueño que llevo en mi interior desde las primeras clases de plástica que de la ESO: ¿Y si pudiéramos ir más allá en la Educación Artística?

Como licenciada en Bellas Artes, considero los lenguajes expresivos un crisol para la transformación y la experimentación de los vínculos interpersonales. Gracias al quehacer artístico, no solo exploramos facetas de nuestros mundos internos, sino que establecemos diálogos externos y permanecemos engarzados en la sociedad a la pertenecemos mientras reconfiguramos nuestro lugar en el mundo. Desde el arteterapia, una de las propiedades a destacar en el ejercicio de los procesos creativos es su gran potencial terapéutico y preventivo cuando se realiza un acompañamiento de los mismos que consta de unas características concretas. Así, el arteterapeuta consigue acompañar en el descubrimiento de todas las facetas del ser humano a aquel que participe de la creación en el taller, pudiendo enfatizar y fortalecer aspectos que favorecen el equilibrio interno de la persona para fomentar su salud y calidad de vida.

Desde de la docencia de la Educación Artística, y conociendo lo anteriormente mencionado, se abre un abanico de posibilidades que traer al aula creativa para hacer del tiempo de clase una experiencia mucho más constructiva y enriquecedora para los estudiantes.

¿Y si pudiéramos ir más allá de la técnica, la historia del arte y la simbología poética?

¿Y si pudiéramos aprender nuevas formas de vincularnos mientras desarrollamos nuestra creatividad?

¿Y si pudiéramos activar nuestros factores resilientes y crear herramientas que pueda servirnos para toda la vida a través de los lenguajes artísticos?

En definitiva, ¿Y si fuéramos más allá en la Educación Artística -no sólo para reinvindicar el valor que merece en nuestra sociedad y que no pierda su lugar en la enseñanza pública- y aprovecháramos la ocasión para crear oportunidades más versátiles y que cubran más competencias universales?

Seguiré reflexionando.

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